Bakunin y la «revolución social»

31 08 2008

Mijaíl Bakunin es uno de los teóricos del anarquismo junto con el francés Proudhon[1] y su compatriota ruso Kropotkin siendo además contemporáneo y adversario de Karl Marx. Este autor pretende lograr tanto la libertad como la igualdad en el seno de la sociedad. Para él, la libertad es mucho más que lo que afirman los liberales, es decir, una libertad otorgada y normada desde la entidad jurídica estatal, pues Bakunin afirma que dicha libertad es de carácter falso. La libertad bakuniniana no es aquella “libertad formal, otorgada, medida y reglamentada por el Estado (···) y que en realidad no representa nunca nada más que el privilegio de unos pocos fundado sobre la esclavitud de todo el mundo; no de esa libertad individualista, egoísta, mezquina y ficticia”,[2] ya que aunque sea el derecho de todos, no va más allá de cada individuo, el individuo es el límite de tal libertad, porque dicha es de carácter negativa (la del liberalismo) es decir, se detiene cuando empieza la libertad de otro sujeto, en que “ese derecho de todos, representado por el Estado, como límite del derecho de cada uno, lo cual lleva necesariamente y siempre a la reducción del derecho de cada uno a cero”.[3] Para el autor en suma, la libertad es la que “consiste en el pleno desenvolvimiento de todas las facultades materiales, intelectuales y morales de cada individuo”,[4] su libertad por consiguiente, es más que sólo tener la potestad otorgada desde el Estado de compraventa, sino que se ocupa, a mi juicio, directamente del sujeto en todos sus aspectos; faltó nombrar a las “facultades emocionales”, de esa forma habría sido más integral su concepción de libertad.

La libertad de Bakunin, lejos de acabarse frente a otro individuo, según Bakunin, más bien ocurre lo contrario: encuentra la confirmación de su libertad y de ahí se hace extensiva hacia los demás infinitamente,[5] puesto que es una libertad imbuida por la solidaridad, una libertad que no está fundada “sobre el principio de la fuerza bruta y del principio de autoridad”.[6] No obstante, aunque el anarquista ruso sea un partidario de la libertad absoluta, también es un acérrimo partidario de la igualdad absoluta en términos sociales y económicos, ya que “fuera de esa igualdad, la libertad, la justicia, la dignidad humana, la moralidad y el bienestar de los individuos (···), no serán mas que otras tantas mentiras”, porque él ya entendió los vicios que genera la economía capitalista y la lucha constante por la rentabilidad: la reducción de todos los valores éticos a un mero valor de cambio. En suma, la libertad y la igualdad no son valores necesariamente contrapuestos para el anarquismo bakuniniano, sino valores que están estrechamente ligados entre sí, ya que no todos tienen la misma libertad si no tienen las mismas condiciones socio-económicas y materiales. La única forma de conseguir ambos valores absolutos en Bakunin, es por medio de la “organización espontánea del trabajo y de la propiedad colectiva de las asociaciones productoras libremente organizadas y federadas en las comunas, mas no por la acción suprema y tutelar del Estado”.[7]

Cuando Bakunin se refiere al accionar supremo del Estado, afirma que ese es justamente el punto de choque entre lo que él llama como “socialismo revolucionario” (anarquista) y el “comunismo autoritario” (inspirado en Marx). Pues hay que destacar que ambas tendencias políticas de izquierda tienen un mismo fin, es compartido, que es, según el ruso la “creación de un orden social nuevo, fundado únicamente sobre la organización del trabajo colectivo en condiciones económicas de irrestricta igualdad para todos, teniendo como base la posesión colectiva de los instrumentos de trabajo”,[8] ¿a través de qué?, pues a través de la revolución social[9] en ambos socialismos, puesto que para ellos la revolución política es solo un paso a medias,[10] sólo que para Marx el énfasis está en el carácter político, mientras que para Bakunin, el énfasis es en lo social, pues ¿a qué se refiere Bakunin con “social”?, ya que al hablar de lo social, se está aludiendo de todas formas de lo político, puesto que Marx cuando habla de lo “político”, se refiere a lucha entre contrarios, que tiene sus causas en lo “social”, que son las condiciones materiales objetivas con respecto a una determinada clase social. Creo que Bakunin quiere hacer una separación muy tajante entre lo político y lo social, y que quizás realiza un autoengaño cuando habla de que no hay gobierno cuando se hace “desde abajo hacia arriba”, ciertamente lo hay, pero no que está encarnado en un Estado superior a los sujetos políticos, sino uno en que “todos lo encarnan”. Lo que sí comparten ambos autores, es que la revolución política es un paso insuficiente, ya que sólo tiene que ver con relaciones de poder, y ellos justamente, pretenden terminar con las relaciones de poder, y establecer relaciones no políticas sino sociales, en que haya reciprocidad y solidaridad entre los integrantes de la sociedad. Bakunin, comparte por tanto, la definición de Marx de poder político: como la organización política de una clase para la opresión de otra clase.

Las diferencias entre el anarquismo y el comunismo, consiguientemente, no tienen que ver al objetivo final de ambas ideologías, sino que son diferencias en cuanto al método político para concretizar sus aspiraciones sociales. Sus diferencias son, en primer lugar, que los “comunistas autoritarios” pretenden tomar para sí el poder estatal y a partir de dicha institución empezar a modificar la sociedad, mientras que los “socialistas revolucionarios” creen en la inevitable desaparición de los Estados. En segundo lugar, los “comunistas autoritarios”, “son partidarios del principio y de la práctica de la autoridad”,[11] mientras que los anarquistas tienen depositada su confianza en la libertad, no en la autoridad. En tercer lugar, los comunistas quieren imponer su fe en la sociedad, los anarquistas por su parte sólo desean propagarla, “a fin de que los grupos humanos, por ellos mismos se convenzan, se organicen y se federen de manera espontánea, libre; de abajo hacia arriba conforme a sus intereses reales, pero nunca siguiendo un plan trazado de antemano e impuesto a las masas ignorantes por algunas inteligencias superiores”,[12] por lo que, Bakunin cuestionó la tesis de la “dictadura del proletariado” de Marx, y en ese punto, quizás previó los peligros de tal dictadura y que podría degenerar en una auto-perpetuación de la misma como sucedió en el siglo XX con la URSS, ya que generaría un nuevo Estado en que las clases dominantes serían precisamente los burócratas estatales, los cuales nunca dejarían sus cargos en pos de la determinación libre por parte de los sujetos. Y en cuarto lugar, los “socialistas revolucionarios” no quieren verse encasillados teóricamente en pos de sus objetivos sociales debido a “planes de acción”, mientras que los comunistas autoritarios tienden a teorizar la práctica revolucionaria.

Y además, la diferencia es que bajo el anarquismo se pretende reorganizar la sociedad precisamente desde las bases de la sociedad hacia arriba, y no desde “arriba hacia abajo” como lo ha sido a través de casi toda la historia humana, ya que las desgracias de la humanidad “no residen en tal o cual forma de gobierno, sino en el principio y en el hecho mismo del gobierno, cualquiera que este sea”.[13] Otra discordia entre ambos socialismos, el comunista y el anarquista, es que aquél pensaba que sólo la acción de todo el pueblo (o de las masas) es todo, despreciando así la acción de los individuos, pero el anarquismo plantea que el sujeto tiene el potencial de propagar las ideas anarquistas y “contribuir con sus esfuerzos incesantes a la organización revolucionaria del potencial natural de las masas”,[14] estableciendo Bakunin, de esa manera, que es el pueblo en su conjunto quien debe realizarlo todo, puesto que delegando y formando representaciones “se llegaría a la dictadura política, es decir, a la reconstitución del Estado, de los privilegios, de las desigualdades, llegándose al restablecimiento de la esclavitud política, social económica de las masas populares”.[15] ¿Por qué tanta desconfianza con respecto al aparato estatal?, porque dicha institución pretende supuestamente representar a todos los asociados dentro de sus fronteras políticas, pero que en “realidad no son otra cosa que la negación general y conciente de los intereses positivos de las regiones, las comunas, (···) constituyen una ficción, una obstrucción, una mentira”;[16] Para Bakunin, el Estado es en realidad la materialización de los intereses de una casta privilegiada, los cuales están representados en el clero y la burguesía, por eso que la condición necesaria, según el ruso, es la destrucción de la Iglesia y del Estado, y a partir de ambas destrucciones empezar a reorganizar libremente la sociedad, pero no de acuerdo —valga la redundancia— a un plan general realizado previamente, ya que él cree que al realizar eso, conllevaría inevitablemente a la creación de un nuevo Estado, y “por consiguiente, a la formación de una aristocracia gubernamental, es decir, de una clase entera de gentes que no tienen nada en común con la masa del pueblo y, ciertamente, esta clase volvería a explotar y a someter bajo el pretexto de la felicidad común, o para salvar el Estado”.[17] El Estado, desde ese punto de vista, es la gran causa de todos los males políticos: la ausencia de compromiso social al interior de las sociedades humanas, precisamente porque el Estado sacrifica los intereses de la mayoría en beneficio de la minoría privilegiada.

Bakunin denuncia —en la misma línea— a las doctrinas religiosas sociales y políticas, que declaran –según Bakunin- que el pecado original es para “deshonrar al hombre y obstruir en él la conciencia de su propio valor”,[18] y que también consideraba a la sociedad solo como una suma de partes mecánicamente unida, en que los sujetos están “asociados repentinamente en nombre de un tratado cualquiera”.[19] Bakunin lleva hasta sus últimas consecuencias dichas doctrinas, en que los “hombres no pueden unirse en sociedad más que a condición de renegar de su libertad, de su independencia natural y de sacrificar sus intereses, personales primero y grupales después”,[20] por lo que el Estado, desde esa manera de ver las cosas, es la negación de todos los sujetos contenidos dentro del Estado y de su unicidad como personas. Lo que el anarquista ruso crítica a la Iglesia es su inconsecuencia de método y de entendimiento de la realidad, en que, ellos siendo —según Bakunin— “idealistas trascendentales” justifiquen sus ideas con un “materialismo práctico, sanguinario y vil”.[21] Y aquí establece que la naturaleza tiene un equilibrio no porque Dios haya proporcionado a la naturaleza sus leyes de funcionamiento, sino que es gracias a los propios integrantes de la naturaleza; es ella misma, a través de los distintos organismos al interior la que se ordena a sí mismo, y no un Dios externo es la que la ordena.

Para Bakunin, las leyes de la naturaleza son tales en tanto que el hombre ha podido entender los procesos naturales, pues “la inteligencia humana y la ciencia observaron estos hechos, los controlaron experimentalmente, después los reunieron en un sistema y los llamaron leyes”,[22] pero él afirma que la naturaleza en sí no posee leyes, sino que obra de esa manera inconscientemente. Lo único malo del texto, es que no queda del todo claro como ambas instituciones: la Iglesia y el Estado, se enraizaron inconscientemente en el imaginario colectivo. Bakunin al tratar de explicar aquello, alude al razonamiento del ser humano y a su capacidad de generar abstracciones metafísicas, las cuales son idealmente perfectas. Creo que por donde va Bakunin, es que, esas ideas abstractas al cabo de cierto tiempo histórico se transforman en necesidades para los seres humanos, es decir, en conceptos que tratan de explicarlo todo y de ordenarlo todo, en que a tales conceptos se les empezaba a idolatrar y como son tan perfectos en el pensamiento, según Bakunin, se les prodigaban todos los honores, el Estado y la Iglesia son dos de tales ideas abstractas y perfectas, y que en el desarrollo histórico del ser humano, originaron según el anarquista: “la idea de que el universo es gobernado por una fuerza y por una voluntad sobrenaturales”,[23] y que gobernaba tanto lo natural como lo social, negando la creatividad y a los seres humanos como los verdaderos sujetos históricos. Bakunin estaba influido por Marx, en cuanto a la alienación de los hombres a través de sus propias creaciones metafísicas, al no darse cuenta que son creaciones históricas y no eternas.


[1] Marx no obstante, niega que Proudhon sea anarquista, sino que declara que es un pequeño burgués, pues él “quiere sobrevolar, en plan hombre de ciencia, por encima de burgueses y proletarios; no es más que un pequeño burgués que se debate constantemente entre el capital y el trabajo, entre la economía política y el comunismo”. Véase Karl Marx, Miseria de la filosofía, EDAF, 1ª edición, 2004, España, p. 229

[2] Mijaíl Bakunin, La comuna de París y la noción de Estado, Archivo PDF encontrado en Internet, p. 20

[3] Mijaíl Bakunin, Ibidem

[4] Mijaíl Bakunin, Ibidem

[5] Cf. Mijaíl Bakunin, Ibíd., p. 21

[6] Mijaíl Bakunin, Ibidem

[7] Mijaíl Bakunin, Ibidem

[8] Mijaíl Bakunin, Ibidem

[9] “No digáis que el movimiento social excluye el movimiento político. Nunca hay un movimiento político que no sea, a un tiempo, social”. Véase Karl Marx, Op. Cit. p. 298

[10] “La revolución política burguesa disuelve la vida burguesa en sus partes integrantes, sin revolucionar estas mismas partes ni someterlas a crítica. Se comporta hacia la sociedad burguesa, hacia el mundo de las necesidades, del trabajo, de los intereses particulares, del derecho privado, como hacia la base de su existencia, como hacia la premisa en torno a la cual ya no es posible seguir razonando y, por consiguiente, como hacia su base natural. Véase Karl Marx, “La cuestión Judía”, en François Furet, Marx y la Revolución francesa, FCE, 1ª edición, 1992, México, p. 124

[11] Mijaíl Bakunin, Ibidem

[12] Mijaíl Bakunin, Ibidem

[13] Mijaíl Bakunin, Ibíd., p. 22

[14] Mijaíl Bakunin, Ibíd., p 24

[15] Mijaíl Bakunin, Ibíd., pp. 24-25

[16] Mijaíl Bakunin, Ibíd., p. 25

[17] Mijaíl Bakunin, Ibíd., p. 26

[18] Mijaíl Bakunin, Ibidem

[19] Mijaíl Bakunin, Ibidem

[20] Mijaíl Bakunin, Ibíd., pp. 26-27

[21] Mijaíl Bakunin, Ibíd., p 27

[22] Mijaíl Bakunin, Ibíd., p28

[23] Mijaíl Bakunin, Ibidem


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